Cuando pude ver que intentar evitar la ansiedad me generaba más
ansiedad, fue el primer paso hacia mi sanación.
Sentir que no tengo que sentir lo que estoy sintiendo es
sumamente estresante, porque estoy juzgando mi instante presente, y estoy
negándolo. Si no me gusta lo que estoy sintiendo, un paso fundamental para
poder dejarlo ir es aceptar que lo estoy sintiendo.
Puedo sostener un gran vaso de agua podrida en mi mano, y
empezar a percibir un olor desagradable, y enojarme porque quiero oler rico,
puede empezar a dolerme la mano por sostener el vaso pesado lleno de agua
podrida, y sentir que el dolor es interminable, pero no habrá forma de que yo
suelte el vaso si no giro la cabeza hacia mi mano, a pesar del olor y del dolor
y veo que estoy agarrando un vaso lleno de agua podrida. En ese instante en el
que tomo consciencia, en el que acepto que estoy sosteniendo eso que no me
gusta, es cuando puedo decidir soltarlo.
La mano que sostiene es nuestra mente, el vaso los pensamientos
que nos generan ansiedad, el olor y el dolor es la ansiedad. Cuando yo sentía
ansiedad, como sabía que esta se genera en la mente, lo primero que intentaba
hacer era escapar de mi mente, cambiar mis pensamientos, dejar de sentir lo que
estaba sintiendo. Esto sería como evitar ver que mi mano sostiene un vaso, e
intentar agarrar otro vaso con esa misma mano que no quiero ver, para así poder
dejar de sentir el mal olor y el dolor. El problema es que si no quiero aceptar
que mi mano ya está sosteniendo un vaso, no voy a poder soltarlo para agarrar
otro.
Intentar escapar de mi mente no hacía que me liberara de los
pensamientos, solo conseguía angustiarme más, porque además de sentir ansiedad
también me sentía atacada, perseguida y culpable. Mi mente intentando
protegerme (de ella misma) me decía, Corré! Corré!, y al mismo tiempo se echaba
a correr detrás de mí gritando los pensamientos que generaban mi angustia.
Verlo de esta forma casi caricaturesca logró que hiciera un click! Un instante
en el que tomé consciencia y dije stop! Yo no corro más. Acá me quedo a
esperar, a sentir esto que está ocurriendo dentro de mí. Acepté la ansiedad, la
miré de frente y le dije, yo no corro más, no hay porqué correr, ya no me
molesta que estés acá, pero te vas a aburrir, porque yo dejo de jugar este
juego.
Giré mi cabeza hacia ese olor repugnante. Sintiendo el dolor
baje mi brazo y abrí mi mano. Me senté, descansé, mi mano comenzó a hormiguear,
pero ya no dolía, estaba libre. Respiré profundo y el aire ya no olía mal, olía
a libertad. Todo está bien! Me dije, no hay porqué correr!
No te voy a decir que dejé de sentir ansiedad desde ese día,
pero sí pude tomar consciencia de que solo era un juego de mi mente que yo ya
no quería jugar, y que lo único que necesitaba era dejar de correr. La sola
idea de imaginarme siendo protagonista de esa caricatura, me ayudó a tomarlo de
una forma diferente, los pensamientos ya no eran malos, mi mente ya no era mi
enemiga, yo ya no era culpable por sentir lo que sentía, todo era un juego, que
me había tomado demasiado en serio, y no sabía que podía dejar de jugar. Poco a
poco con esa nueva actitud fui decidiendo cuando dejar de jugar ese juego, y
dejó de ser un problema.
La meditación que comparto con ustedes la creé pensando en
mi experiencia. Puede ser que no le funcione a todo el mundo de la misma forma,
pero puede ser que a algunos sí les sirva, y con eso me basta.
Les envío mi amor y mi respeto a cada uno de los que están pasando por algo similar, y deseo que encuentren como yo la forma de transformarlo.
Comentarios
Publicar un comentario